La ruta empezó en Vilanova de Sau a la 8 de la mañana. Se pretendía hacer una versión algo simplificada de los Pedals de Serrallonga. El sábado unos 58 kms con 1500 mts de desnivel y el domingo unos 56 kms con 1100 mts de desnivel aproximadamente.
La salida había sido planificada, con la eficiencia a que nos tiene acostumbrados, por Esteve, armado de gps i del mapa correspondiente.
Estaban presentes, por orden aleatorio: Jesús Cana, Jesusito Moraleda (que lucía un espléndido coulotte sin trazas de costura), Esteve, Salva, Jordi, José María Gómez, Enric y José María Espuña. Todos perfectamente uniformados.
Tras un leve descenso hasta el pantano de Susqueda iniciamos el ascenso para conectar, más adelante con el recorrido clásico dels pedals de Serrallonga.
El suelo era muy pedregoso, lo que dificultaba la ascensión y en una de esas taxi driver se fue al suelo con la única consecuencia de rajar el coulotte, costumbre esta que parece que va imponiéndose en nuestras salidas.
A media subida dimos con las ruinas de la casa de Serrallonga y, tras una rápida prospección infructuosa buscando el tesoro, seguimos el camino.
En el santuario de la Mare del Coll hicimos una parada técnica para hidratarnos. ¡Espléndidas vistas y espléndida cerveza! Una parte del grupo no aparecía. Al final parece ser que tomaron el camino equivocado cegados por su entusiasmo ciclista. Recibimos una llamada diciéndonos que nos esperaban no se sabe donde, pero al final todo se arregló y no se cumplió la amenaza de hacerles pagar las cervezas por no seguir la disciplina de grupo. ¡Cuan generosos son nuestros líderes con las ovejas descarriadas!
Seguimos ruta con un descenso vertiginoso hasta Osor donde Esteve, tras contactar con varios lugareños en demanda de referencias de restaurantes buenos y baratos, nos encaminó a uno donde se brindaron a guardarnos las bicicletas sin cobrarnos aparcamiento. El sr. más “rapit”, cuyas dotes comerciales son de sobras conocidas, inició una árdua negociación con el dueño cuyo resultado fue una sustanciosa rebaja en el precio del menú.
A todo eso, la llanta trasera de la bici de Jordi había empezado a abrirse por el desgaste acumulado, con lo que no podía usar el freno trasero. Pero eso no fue problema para Jordi que con sus dotes ciclistas logró hacer la ruta de los dos días frenando sólo con el delantero. ¡Chapeau!
Después de la comida iniciamos una larga subida hasta “El Subirà” una finca que tenía un bar restaurante que justamente este día iniciaba la temporada. Allí tuvimos la grata sorpresa de encontrarnos, regentando el local, con Raimon i Mónica, hijos de Avel.lí Artís Gener “Tisner”, personaje de grata memoria para los amantes de la literatura i de la democracia. Además eran sobrinos del gran Pere Calders, uno de los mejores escritores de narraciones breves en lengua catalana de todos los tiempos. Allí, en pleno corazón de la “ Catalunya Vella”, tuvimos un emocionado recuerdo para ambos mientras no cesábamos de engullir cerveza tras cerveza.
Reprendimos la ruta en ascensión y al cabo de un par de Kilómetros pasamos por la “casa nova” que, a pesar de su nombre, tenía mil años de antigüedad.
Llegados a Sant Hilari, nos dirigimos al hotel Ripoll a dejar las bicis y a repartir las habitaciones. Esteve, previsor como pocos, había reservado habitaciones para todos los gustos: una individual(con cama de matrimonio), dos dobles y una triple. El hotel excelente, la cena correcta y el servicio muy amable.
Después de cenar dimos un paseo y tuvimos una amena discusión de índole histórico frente al monumento del general Moragues, hijo ilustre de Sant Hilari y mártir de la guerra de 1714.
A la mañana siguiente, tras una noche sin incidencias destacables, proseguimos la ruta, nuevamente en dura ascensión.
Al cabo de un rato, Jesús Cana, cuya potencia de pedalada es notable, rompió un radio. El problema se solucionó gracias a las buenas artes del médico del grupo que procedió a suministrar una tirita que mantuvo el radio sin movimiento hasta el fin del día.
Mientras íbamos subiendo por angostos caminos nos dimos cuenta de que muchos de nosotros presentábamos curiosas heridas en brazos y piernas que recordaban los zarpazos de un felino. Al principio lo atribuimos al “tigre de las Guilleries”, animal mitológico que, según cuentan, acecha a los ciclistas incautos en lo más frondoso del bosque. Pero luego se impuso el sentido común y concluimos que eran heridas provocadas por las numerosas zarzas presentes por doquier.
Pedalea que te pedalearas llegamos por fin a Espinelves, donde nuestro ilustre letrado nos mostró la casa de sus ancestros y nos contó una bella historia, relacionada con el lugar, de nazis ocultos y de judíos sedientos de venganza.
Más adelante nos topamos con las casas de madera construidas sobre robustos árboles cuya imagen ilustra la portada del mapa oficial del Pedals d´en Serrallonga (Editorial Alpina). Siguiendo la ruta llegamos a Viladrau donde procedimos a degustar la típica coca (de pastelería) del lugar.
Luego bajamos por un largo y estrecho sendero, un poco técnico, en donde recibimos nuevamente las “caricias” de las omnipresentes zarzas.
Llegamos a “la Cantina” en donde hacía dos años habían comido los que entonces hicieron la ruta. Esta vez ni comer ni beber. El lugar estaba vacío y ofrecía un triste aspecto de desolación. Decidimos comer en Vilanova de Sau, donde acabábamos el recorrido, cosa que hicimos al cabo de una hora y muchos sudores.
Alrededor de la mesa, con la alegría y alborozo que nos caracteriza, alzamos nuestras copas e hicimos un brindis celebrando que habíamos completado la ruta sin ningún contratiempo destacable y deseando poder realizar muchas más.
Josep Mª Espuña.